Gen del Aprendizaje Infinito

En mi juventud acostumbraba trabajar en los veranos. Cuando tenía 17 años, había trabajado en Domino’s pizza, como empleado de piso. El siguiente verano, cuando ya tenía 18 años, ingresé solicitudes de empleo en varios lugares, y un día, fueron a buscarme directamente a mi casa para ofrecerme un puesto de trabajo. La persona que quería contratarme me dijo que, como ya había trabajado anteriormente en Domino´s Pïzza, tendría una contratación inmediata como repartidor en un nuevo negocio de hamburguesas. Sin embargo, tuve que ser sincero con ella. Le comenté que yo había trabajado dentro de la tienda, en preparación de pizzas y ventas, no como repartidor, pero que me interesaba mucho trabajar en ese nuevo negocio, y que si tenía un puesto dentro de tienda, con gusto podría incorporarme a su equipo. Ella me comentó que solo estaban contratando repartidores, y me hizo la pregunta esperada: ¿Sabes andar en moto? -Si- contesté naturalmente. -Contratado- me dijo, – Presentate el próximo lunes a primera hora.

Debo aclarar en este punto que… yo en mi vida había manejado una moto. Jamás de los jamases había conducido ningún tipo de motocicleta. No tenía idea de cómo operaba la caja de cambios, el clutch, etc. pero acepté el trabajo. Ese día fue un viernes. Es decir, solo tenía un fin de semana para aprender a andar en moto.

Mi papá tenía un negocio en el que algunos de sus empleados eran los típicos cobradores en moto, así que le pedí que uno de sus trabajadores dejara en casa una de las motos de la empresa, y le pedí que si podría enseñarme lo básico ese fin de semana. Así fue. Para mi sorpresa, fue la moto más vieja que pudieron prestarme la que apareció en mi casa. Y en ese cascajo de moto aprendí lo básico ese fin de semana. La verdad me sentía un poco confiado, pues si sabía manejar autos desde joven, conocía las calles, la ciudad, etc. para mí era una mezcla entre manejar un auto y andar en bicicleta.

El siguiente lunes me presenté super temprano y motivado. Como mis empleadores sabían que no había trabajado como repartidor antes, me asignaron una moto semiautomatica, tipo “Vespa” lo cual me pareció bien. No era muy veloz y no tendría que batallar con el clutch. Todo bien. Inicié ese día, mi primer reparto fue todo un reto. Estaba super nervioso, pero a la vez emocionado. Así fue todo el día y los siguientes días. Todo marchó bien, me gustaba el trabajo, ganaba bien, según yo, al menos, mejor que como empleado de piso. 

En este punto, quisiera decirte que todo fue un éxito, vencí mis miedos y aprendí rápido, sin embargo, no fue así. Ese mismo verano, después de aproximadamente mes y medio de trabajo, un auto me atropelló fuertemente. Salí volando varios metros, mi moto quedó destrozada y me lleve un fuertisimo golpe. Lo bueno es que tenía todo mi equipo de protección y no me rompí ningún hueso. En cuanto me recupere del accidente, (un par de semanas después) renuncié a mi empleo de repartidor.

Pero tampoco termina la historia que quiero contarte ahí. El siguiente verano, nuevamente tenía la inquietud de buscar trabajo, y ¿que crees que fue lo primero que encontré? Efectivamente, de repartidor. Otra empresa nueva de comida buscaba repartidores y me contrataron inmediatamente por mi “experiencia”. Sin embargo, esta nueva oportunidad si fue totalmente diferente. Fui un “exitaso” entregaba mas repartos de los que se podían imaginar, conocía a la perfección la ciudad. Manejaba mi nueva moto a la perfección, (esta vez si estándar y grande). Cuando terminó el verano, mis empleadores no querían que renunciara. Y ahí sí es donde termina esa historia de trabajos de verano.

 Mi papá siempre me dijo: “Si en algún trabajo o en la vida, no sabes algo, tu di que sí, e inmediatamente ponte a investigar y aprender de ese tema. Haz lo que tengas que hacer, pero no digas que no sabes o no puedes hacerlo” y así he tratado de hacerlo a lo largo de mi vida. Debo reconocer que no se si sea el mejor de los consejos. Es decir, ese verano, en el que me atropellaron, pudo haber sido peor. Otras veces en mi vida laboral, he perdido dinero, por querer emprender negocios de los cuales no domino, o me he visto en dificultades abismales.. Aquí es donde sí puedo decir, que en lo profesional, he aprendido una infinidad de cosas que, ni la escuela, ni las capacitaciones o cursos puedan darme. Puede ser un camino dificil de aprendizaje, pero definitivamente es un camino para crecer.

Uno de mis mentores, menciona algo parecido. Lo llama: “El gen del aprendizaje infinito”. El siempre menciona la importancia de intentar siempre ser ese aprendiz, al que no se le acaba la sed de aprender. Constantemente pregunta: ¿Cuántas horas de tu vida le dedicaste este año a aprendizaje, a tu crecimiento, a todas esas actividades que te enriquecen como persona? Y todavía más allá, ¿Cuánto dinero invertiste en tu crecimiento? El gen del aprendizaje infinito no es otra cosa más que una programación biológica integral, que nos impulsa a seguir cambiando desde dentro, desde la nuestra esencia intelectual y neuronal, y que nos impulsa a decir, mañana voy a ser, algo mucho más fuerte, mucho más íntegro y mucho más poderoso, de lo que he llegado a ser hasta el día de hoy. Quizá, genéticamente, se ha detenido nuestro crecimiento físico, producto de la edad que tenemos, pero nuestro crecimiento intelectual y espiritual, nadie lo puede detener. Lo único que nos detiene, es nuestra propia limitante de no vernos como un eterno estudiante. 

¿Tu que opinas? ¿Cómo actúas cuando no sabes algo? ¿Te limitas en ese punto o te impulsas?

Publicado por Jorgernesto

Arquitecto de profesión, aficionado a la filosofía y teología. Interesado en temas de desarrollo personal, productividad, arquitectura y construccion

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